Esta expresión hace referencia a la ciudad de Jauja, situada en la zona central de Perú, en el valle de Mantaro. Fue fundada por el conquistador español Francisco Pizarro y en ella se estableció la primera capital del Virreinato del Perú en el año 1534. Tras la fundación de Lima en el año 1535, la capital se trasladaría aquí por ubicarse en un territorio estratégico de la costa del Pacífico.

Debido al entorno favorable en donde se localiza la ciudad de Jauja, con bellos paisajes, clima suave y tierras fértiles, el lugar servía como almacén de una gran cantidad de riquezas y manjares acumulados por los incas, por lo que los conquistadores vivieron cómodamente durante meses. Era una región muy saludable para tratar diversas enfermedades, como la tuberculosis, lo que ayudó a acrecentar su fama. En tiempos coloniales era un destino de descanso preferido de los limeños. En España se idealizó de tal manera que se decía que las calles estaban empedradas por piñones, de los árboles colgaban buñuelos y por los ríos fluía leche y miel.

A partir de este origen, el dicho se popularizó para emplearlo cuando se está en una situación placentera en la que todo son facilidades y beneficios obtenidos sin esfuerzo.