La historia del botijo se remonta a miles de años atrás. El primer ejemplar conocido tiene 3700 años. Algunos dicen que es el invento español por excelencia. Aunque es aparentemente sencillo, la realidad es que se trata de un objeto singular y con características especiales, gracias a las cuales es un excelente conservador de líquidos.

El botijo es un recipiente tradicional y de producción artesana, hecho de barro poroso cocido, concebido para conservar el agua fresca incluso en lugares calurosos. Consigue enfriar el agua en base a la porosidad de la arcilla con la que está hecho. Al ser un material que no mantiene completamente hermético el interior del recipiente, que de hecho «suda» al estar lleno de agua, se produce un fenómeno de evaporación que va reduciendo la temperatura del interior, ayudado por un proceso de ventilación a través de los poros. Si en el exterior del botijo existe una corriente de aire seco que vaya eliminado ese «sudor» del botijo, el proceso será completo y se producirá un mayor enfriamiento del interior, tanto que el agua puede llegar a estar más de diez grados por debajo de la temperatura ambiental. El botijo es una muestra de la tecnología ancestral.