Celtas

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Periodo: Siglos X a.C. – I a.C.

Los celtas fueron una poderosa civilización formada a partir del del siglo X a.C. por un conjunto de pueblos indoeuropeos que llegarían a ocupar casi todo el continente hasta las islas británicas, además de algunas zonas del interior del actual Turquía. Sin embargo, en ningún momento llegaron a tener una identidad nacional, incluso desconfiaban unos pueblos celtas de otros como si se tratase de desconocidos. Sobre su origen hay dos teorías diferentes: que ya estaban en tierras europeas desde el Neolítico o que provenían a partir de la evolución de antiguos pueblos de las estepas rusas de finales del III milenio a.C.

Eran los pueblos bárbaros de la Europa de entonces. Se encontraban en una fase protohistórica, cuando ya en Grecia y Roma estaban en una fase propiamente histórica, recogiendo por escrito su propia historia. Los celtas estaban en un pensamiento todavía mítico, del culto al héroe y con una idea mágica del mundo que los rodeaba.

Su presencia en la Península Ibérica comenzó en el siglo X a.C. y estuvo delimitada a la mitad septentrional. Inicialmente permanecieron en el noreste peninsular creándose la cultura de los Campos de Urnas. A lo largo del siglo VII a.C. se expandirían hasta el noroeste peninsular, especialmente por las montañas galaicas, astures y leonesas, y los valles del Ebro y el Duero. No existieron como un único grupo cohesionado aunque todos ellos tendrían características comunes en la organización sociopolítica, los rasgos culturales, las creencias religiosas y el lenguaje. El territorio se repartía por etnias y crearon pequeños estados agrupados en confederaciones. Algunos de ellos se reunían en asamblea popular, disponían de un consejo de ancianos ilustres y de magistrados electos.

Los celtas conformarían distintos grupos a lo largo del territorio que ocupaban. Estaban los vacceos en el norte de la Meseta; los lusitanos y los vetones en el occidente de la Meseta; y los galaicos, astures y cántabros en el noroeste peninsular. Algunos se mezclarían con nativos de pueblos locales dando lugar a los celtíberos. Había una marcada jerarquización de la población, dividiéndose tres clases sociales: nobles, libres y esclavos. Estos últimos posiblemente en pequeña proporción y la mayor parte de ellos se trataría de rehenes capturados en los enfrentamientos militares.

La economía estaba basada en la ganadería, agricultura, metalurgia y artesanía. Destacó la producción cerealista y el ganado ovino de los vacceos, así como el ganado vacuno y porcino de los lusitanos y vetones. Muchas actividades tuvieron un importante desarrollo gracias a la tecnología metalúrgica. Se trabajaba sobre todo con el hierro. Fabricaron todo tipo de objetos de uso cotidiano: armas, adornos como collares y brazaletes, útiles para los artesanos, aperos de labranza, ruedas para los carros, bocados y herraduras para los caballos, etc. Las zonas próximas a los recursos mineros conseguirían una gran prosperidad. Dos significativas labores artesanales fueron la alfarería y la textil.

Vivían en poblados fortificados que se situaban en lugares fácilmente defendibles, no necesariamente elevados pero que permitieran el control del territorio circundante. En el noroeste peninsular se les denomina castros y sólo en la actual Galicia hay catalogados unos 2000. Solían localizarse junto a importantes vías de comunicación o cerca de yacimientos de materias primas, como minas de hierro, oro o sal. Además de las sólidas murallas de piedra que los rodeaban, en las zonas más accesibles muchas veces existían fosos e hileras de grandes piedras hincadas en el suelo para dificultar cualquier intento de ataque externo.

Los asentamientos eran habitualmente muy sencillos, sin una clara organización urbanística y con aproximadamente un centenar de habitantes como termino medio. Todas las casas tenían un aspecto similar, por lo general de planta rectangular en la Meseta y de planta circular en el norte y noroeste. Se distribuían adaptándose al terreno sin un aparente orden dentro del recinto defensivo. No se ha encontrado hasta el momento ninguna construcción que por su tamaño o su lujo pudiera ser considerada un palacio. Tampoco hay avenidas ni edificios públicos como templos o lugares de espectáculo, sólo algunos espacios abiertos que seguramente servirían como lugar de reunión.

La religión formaba una parte fundamental de la vida diaria. Contarían con la ayuda y protección de diversas divinidades. Celebraban ritos y danzas que acompañaban a la caza, la recolección y la guerra. Realizaban sacrificios antes y después de la batalla, de animales e incluso humanos. Y reservarían a los dioses parte del botín tomado al enemigo. Los druidas representaban a la clase sacerdotal. Eran muy importantes para los celtas. Pertenecían a la clase de los nobles. Al igual que los guerreros, eran miembros privilegiados de la sociedad. Además de la función del culto a los dioses, también actuaban como jueces en las disputas públicas y privadas. Eran los depositarios de la ley del pueblo celta, como sistema penal y como orden de vida. Eran los guardianes de la tradición celta.

Rendían culto a los antepasados y veneraban a elementos de la naturaleza como el sol, la luna, los ríos, los montes, los bosques, las piedras, los relámpagos, etc. También adoraban a algunos animales como las serpientes. Se conocen nombres de algunos dioses como «Lug», dios solar, omnipotente, las «Matres», triada femenina protectora de la fecundidad, «Epona», que protegía a difuntos y animales, «Ataecina», diosa infernal y de la agricultura, o «Endovélico», dios de la salud. Disponían de lugares litúrgicos y santuarios, siempre en enclaves destacados. Podían ser urbanos, al aire libre o en cuevas. También existían saunas rituales y altares de piedra. Utilizaban diversos adornos personales y amuletos propiciatorios.

En el ceremonial de la muerte se practicaba la incineración. Las cenizas y el ajuar del difunto se enterraban directamente o dentro de una urna, habitualmente en las necrópolis. Eran ritos que a veces se acompañaban con banquetes funerarios. Los restos se cubrían con túmulos, individuales o colectivos. O se rodeaban de lajas y se señalizaban con estelas. La situación de las sepulturas y el contenido de los ajuares manifiestan la estratificación social. La inhumación era frecuente para los recién nacidos, con un enterramiento habitual bajo las casas. Una tercera forma de paso al más allá se consideraría más honroso: la exposición a aves de rapiña de los guerreros caídos en combate

El final de la existencia de los celtas se debió a la conquista de la Península Ibérica por los romanos. Estos, en su propósito, tuvieron de dedicar una gran cantidad de años debido a los enormes obstáculos con las que se toparon para derrotar a los celtas. Opusieron una considerable resistencia y además, al carecer de unidad política, las legiones romanas estuvieron obligadas a enfrentarse a multitud de grupos en una larga y complicada guerra de guerrillas. También parece que los romanos no emplearon la constancia utilizada en otros lugares, ya que encuentran estos territorios menos atractivos para sus intereses estratégicos de explotación que los del occidente y el sur peninsular. La victoria romana definitiva fue en el siglo I a.C., lo que supondría el final de la sociedad celta, tanto en la Península Ibérica como en el resto de Europa.

 

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