Romanos

Romanos

Inicio » Historia » Periodos » Edad Antigua » Romanos

Periodo: Años 218 a.C. – 507 d.C.

Origen.

La conquista romana de la Península Ibérica comenzó a partir del desembarco en Emporion (Ampurias) en el año 218 a.C. con el objeto de derrotar por tierra a las tropas cartaginesas. Es el inicio de la Segunda Guerra Púnica que enfrentó a los romanos contra los cartagineses, la otra gran potencia del Mediterráneo Occidental, en una lucha originada tras la conquista de la ciudad alidada romana de Sagunto por parte de los cartagineses.

Al principio los romanos se anexionaron los lugares bajo control cartaginés, hasta expulsarlos de forma definitiva en el año 206 a.C. de su último refugio en Gádir (Cádiz). La Segunda Guerra Púnica acabó en el año 201 a.C. con la rendición de la ciudad africana de Cartago.

Una vez que los romanos terminaron con la presencia de los cartagineses continuaron la ampliación de su dominio por el resto del territorio peninsular. El nombre que dan a la Península Ibérica es Hispania y se convierte en una importante zona de expansión para la República de Roma. Sus ejércitos avanzaron de forma paulatina y se fueron encontrando con distintos grados de resistencia por los pueblos íberos, que según los casos fueron asimilados o exterminados. Se combinaba la diplomacia y los pactos junto a la disputa y la dominación. La conquista terminó en el año 19 a.C. con el final de la guerra contra cántabros, astures y galaicos.

La presencia romana transformó las estructuras económicas, políticas y sociales de las poblaciones íberas absorbidas, las cuales asumieron poco a poco el modo de vida de los conquistadores hasta llegar a integrarse y formar parte de la cultura romana.

Desarrollo.

Con la victoria militar, los romanos instauraron su modelo de dominio colonial: es la pacificación o «Pax Romana». Poco antes, en el año 27 a.C., la República Romana había dado paso al Imperio Romano. Se generó un proceso a través del cual se fue promoviendo la llegada de población civil para explotar los recursos económicos de los nuevos territorios, establecer núcleos urbanos que pudiesen favorecer el control de las zonas conquistadas y proporcionar un medio de subsistencia a los soldados veteranos. Se trataba o bien de hombres de negocios o de colonos propiamente dichos. Entre los primeros se encuentraban los encargados de la explotación de las minas, de la recaudación de los tributos, comerciantes, banqueros, prestamistas, etc. En cuanto a los colonos, fueran ciudadanos romanos o no, su aspiración consistía en conseguir una parcela de tierra en propiedad; una parte de ellos eran soldados a los que se recompensa con tierras una vez finalizado el servicio militar.

El gran desarrollo que Roma ofrecía en las estructuras económicas, sociales, administrativas y políticas, así como en las artes, la arquitectura, el derecho, la lengua, etc., constituyó un modelo que se siguió en la Península Ibérica. La «Lex Romana» era el instrumento que permitía organizar la administración y regular todos los aspectos de la vida política, social y económica. En la cúspide del sistema se alzaba la clase senatorial y a continuación estaban los caballeros. Estos dos grupos son los únicos que podían acceder a los cargos de la administración, ya fuese provincial o municipal. Debajo de ellos se encontraba la plebe, que era el sector más numeroso de la sociedad hispanorromana. Los libertos y esclavos componían el escalón más bajo de la sociedad.

La ciudad era la base de la organización territorial y administrativa. Constituía el centro de las actividades de negocio, trabajo, producción y venta. Se acuñaba moneda. El territorio se ordenaba en provincias, se fueron convirtiendo las ciudades indígenas en municipios romanos, se reagruparon pequeños núcleos en otros mayores y se fundaron nuevas ciudades. La distribución urbanística se regulaba a partir de una estructura genérica formada por dos calles principales, el “cardus maximus” de norte a sur y el “decumanus maximus” de este a oeste, que se cruzaban en el foro. Éste era el centro económico y social. A su alrededor se erigían los templos, termas, teatro, anfiteatro, monumentos y otros edificios públicos. Normalmente se disponía de una red de alcantarillado que garantizaba una buena salubridad e higiene.

La mayoría de las personas vivían en pequeños pisos dentro de bloques de viviendas de varias plantas llamadas “insulae” y que se agrupaban en manzanas. Las familias de mayor poder económico poseían amplias viviendas unifamiliares llamadas “domus”. Los teatros, anfiteatros y circos eran comunes en las ciudades importantes. Las representaciones escénicas, juegos de gladiadores y carreras de caballos se ofrecían a los ciudadanos de forma regular y gratuita, en honor del emperador o de los dioses, para celebrar un nombramiento o la realización de una obra pública. Los gobernantes y miembros de las clases altas los financiaban y organizaban. Buscaban el apoyo popular para su carrera política, la promoción social de su familia y la justificación de su posición privilegiada.

Se creó una importante obra civil, como los acueductos para llevar el agua a las ciudades, o las calzadas y puentes que facilitaban la comunicación comercial y militar entre los distintos lugares de Hispania y de ésta con el resto del Imperio. La piedra, el ladrillo y el hormigón eran los materiales de construcción empleados, tanto en los edificios públicos como en la arquitectura doméstica. El mosaico fue el sistema habitual que se usaba para pavimentar los suelos de las dependencias más importantes de la casa. Se realizaba con cubitos de piedra o mármol, las teselas, cuyas dimensiones no solía superar un centímetro de lado. La utilización de teselas de diferentes colores permitía componer bellas representaciones figuradas o meramente geométricas.

Hispania era una potencia minera (oro y plata), agrícola (trigo, aceite, vino, lino y esparto), pesquera (salazones y garum) y ganadera (caballos). Además, aquí nacieron algunos de los ilustres personajes del Imperio Romano, como el poeta Marcial, el filósofo Séneca y los emperadores Adriano, Trajano y Teodosio.

Ocaso.

Después de casi tres siglos de carácter expansivo, durante el siglo III se inició una fase de profunda crisis en el Imperio Romano. Los motivos fueron varios: lucha por el dominio imperial, decadencia del Estado, anarquía militar, recesión comercial, aumento de las diferencias sociales e invasiones de los pueblos bárbaros. Se produjo un lento colapso de la enorme estructura que era el Imperio Romano. Fue un periodo de inestabilidad política y económica que afectó a la sociedad de Hispania. El auge de las villas y la vida rural marcaría la historia de los siglos IV y V. Las clases privilegiadas acapararían grandes latifundios que escapaban al control municipal y que consolidaron un modelo de vida rural alternativo al ciudadano.

Durante los primeros años del siglo V el futuro de Hispania se verá alterado de forma definitiva. Una coalición de pueblos germánicos compuesta por suevos, vándalos y alanos entró en Hispania en el año 409, provocando el caos debido a que se dedicaron a saquear todo el territorio. Los romanos solicitaron la ayuda de los visigodos, un pueblo federado de Roma establecido en el sur de la Galia. Los visigodos llegaron a Hispania en el año 416 y consiguieron derrotar a los vándalos y alanos. Los suevos lograron permanecer, asentándose principalmente en el noroeste peninsular.

El siglo V se caracteriza por una falta de control de la Península Ibérica, tanto por parte de los hispanorromanos como de los visigodos. Es un territorio sin un dueño claro. El Imperio Romano caería oficialmente en el año 476, quedando fragmentado en múltiples regiones controladas por diversos pueblos bárbaros. La población hispanorromana mantuvo su identidad durante algún tiempo más. El final definitivo de los romanos de Hispania y el establecimiento del reino visigodo de Toledo se produjo en el año 507, cuando éstos fueron derrotados por los francos en la batalla de Vouillé, teniendo que abandonar obligatoriamente el sur de la Galia y desplazándose hacia la Península Ibérica. Aunque el aporte humano que supusieron sobre el total de la población peninsular era inferior a un cinco por ciento. El otro pueblo bárbaro que aún permanecía aquí, el suevo, fue definitivamente vencido y expulsado por los visigodos en el año 585.

En el Mediterráneo Oriental continuaría el Imperio Romano de Oriente, o Imperio Bizantino, hasta el año 1453. Su capital era Constantinopla. En el siglo VI los bizantinos tratarían de recomponer la unidad perdida conquistado territorios de Occidente. Entre los años 552 y 624 lograron establecerse en la Península Ibérica, en la provincia de Spania del sur peninsular.

 

Anterior