El origen del cristianismo en la Península Ibérica
Inicio » Entradas » Edad Antigua »El inicio de la presencia del cristianismo en la Península Ibérica se remonta al siglo I d.C, pero no se convirtió en un movimiento religioso importante hasta el siglo III, en donde ya había comunidades plenamente organizadas que mantenían relaciones e influencias con las iglesias del norte de África, Roma y otros lugares del Imperio. Es entonces cuando se inician las persecuciones sobre estas primeras comunidades cristianas. La cristianización fue un fenómeno fundamentalmente urbano, ligada a la aristocracia hispánica tardorromana. Se difundió por medio de mercaderes, colonos y soldados ya seguidores. La iglesia cristiana, con una doctrina de carácter universal, se ofrecía como un modelo alternativo de organización social durante la crisis del Imperio Romano. Un primer reconocimiento del desarrollo de esta religión en la Península Ibérica lo proporcionan las actas del Concilio de Elvira, celebrado hacia el año 300 y considerado como el primero realizado en Hispania.
El emperador romano Constantino decretó en el año 313 el Edicto de Milán, que proclamaba el final de las persecuciones y la libertad en culto. Este hecho fue fundamental para la rápida expansión del cristianismo, aunque incluso antes ya había casi una veintena de obispados en Hispania. A Constantino se le considera como el primer emperador cristiano, si bien no fue bautizado hasta que se encontraba en su lecho de muerte. A partir de la legalización de la religión cristiana, los obispos acrecentaron su patrimonio y su influencia social. Se convirtieron en una minoría dominadora, receptora de donaciones y privilegios.
El emperador romano Teodosio decretó en el año 380 el Edicto de Tesalónica, que estableció el cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano, creándose un nuevo instrumento ideológico de poder y siendo un fenómeno de amplias consecuencias políticas, administrativas y sociales. Eran frecuentes los testimonios relativos a la cristianización en la configuración urbana de las ciudades de Hispania. Había múltiples objetos de la vida cotidiana que incorporaban la simbología cristiana, como el crismón, que representa una abreviación del nombre de Cristo mediante las letras griegas X y P, las dos primeras de su nombre en griego. Destacaban los vestigios funerarios como los sarcófagos con decoración en relieve, las laudas en mosaico o las lápidas con inscripciones que perpetuaban la memoria del difunto. La situación inicial se invirtió y los antiguos perseguidos se convirtieron perseguidores de los cultos paganos de carácter popular, que pervivieron durante mucho tiempo en las zonas rurales.
Durante el año 2014, en la antigua ciudad de Cástulo en Linares, Jaén, se descubrió una pieza excepcional de gran calidad que contiene la imagen más antigua de Jesucristo encontrada hasta ahora en la Península Ibérica. Se trata de una patena datada en la segunda mitad del siglo IV, realizada en vidrio de un color verdoso, con 22 centímetros de diámetro, 4 centímetros de alto y 2 milímetros de grosor, de la que se conserva un 81 por ciento de su totalidad.
Está tallada con la técnica del esgrafiado y contiene tres personajes con aureola, en donde la figura del centro es la imagen de un Cristo en Majestad y las dos figuras que la flanquean son dos Apóstoles, posiblemente Pedro y Pablo, aunque no tienen ninguna característica iconográfica que los identifique. La representación de Jesucristo porta con una mano las Sagradas Escrituras y con la otra una cruz gemada, la cruz típica del arte paleocristiano decorada con gemas. Es una estampa imberbe, con el cabello rizado, lejos de su estereotipo tradicional con barba que se creó a partir del siglo VI y que ha llegado a nuestros días. La escena se enmarca entre dos palmeras y a un lado se dispone el anagrama de Cristo, el crismón.
La pieza ha aparecido dentro de un contexto paleocristiano, en el interior los restos de una de las instancias de un edificio destinado al culto religioso erigido en el siglo IV y abandonado muy probablemente un siglo después. Es una pieza única en la Península Ibérica, y se cree que proviene de algún taller de artesanía de vidrio de Roma o sus alrededores. Seguramente tendría un uso litúrgico para esos primeros momentos del cristianismo.