La muñeca de Ivori
Inicio » Entradas » Edad Antigua »La muñeca de Ivori es una simbólica pieza arqueológica romana datada en los siglos III o IV d.C., la época bajoimperial. Se encontró en el año 1927 durante las excavaciones de la necrópolis paleocristiana de Tarraco. Está realizada de marfil y se caracteriza por tener los brazos y piernas articulados, por los hombros, codos, caderas y rodillas. Se localizó en el interior de un sarcófago que contenía los restos de una niña de cinco o seis años. Junto a la muñeca había trozos de hilo de oro correspondientes al vestidito con el que estaba ataviada. Sus medidas son 23 cm. de alto, 6’5 cm. de ancho y 1’5 cm. de profundidad. El peinado que tiene tallado se cree que era muy característico entre las mujeres de aquella época, con dos trenzas cruzadas y recogidas sobre la parte trasera de la cabeza. Esta valiosa figura se expone en el Museo Arqueológico de Tarragona.
Una vez encontrada se la sometió a un delicado proceso de restauración. Desde el inicio de la Guerra Civil y hasta finales del año 1938 la muñeca permaneció depositada en la sede del Banco de España en Tarragona. Poco antes de la entrada de las tropas de Franco en la ciudad, la pieza fue evacuada hacia un destino no demasiado aclarado. Durante la II Guerra Mundial, en el año 1942, fue recuperada en Francia y trasladada a Madrid, ingresando en el Museo Arqueológico Nacional para que se la realizara una nueva restauración. Finalmente, una Orden del Ministerio de Educación Nacional de 21 de diciembre de 1945 determinó la devolución de la muñeca al Museo Arqueológico de Tarragona, resolución se hizo efectiva el día 5 de enero de 1946.
Las primeras muñecas de las que se tienen noticias en Europa proceden de yacimientos paleocristianos, cuando era frecuente enterrar a los niños junto con sus pertenencias más preciadas formando parte del ajuar funerario, tal como se hacía con los adultos. Al contrario de ésta, la mayoría no han llegado hasta nuestros días completas. Sólo suelen quedar fragmentos realizados por hueso, marfil y, sobre todo, cerámica. Seguramente habría también de madera, pero no han quedado restos de ellas. En Ontur, Albacete, se encontraron cinco muñecas articuladas, cuatro de marfil y una de ámbar, durante la construción de las Casa Baratas en el año de 1946. Estaban en una tumba de la necrópolis de las Eras y pertenecían al ajuar de una niña romana. Actuamente se exponen en el Museo de Albacete. Y en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid hay otras dos muñecas, talladas en hueso y a las que le faltan los brazos. Una de ellas procede de Extremadura y de la otra se desconoce su origen. Otros juguetes encontrados en tumbas infantiles son pequeños carros de madera, peonzas, pelotas, dados, figurillas de plomo o tabas.
La necrópolis paleocristiana de Tarraco fue descubierta en el año 1923, durante la construcción de la Fábrica de Tabacos de Tarragona, en lo que en su día fue una extensa área suburbana de la antigua Tarraco a orillas del río Francolí. Contiene enterramientos que abarcan un amplio periodo de tiempo, desde la época romana del siglo I a.C. hasta la época visigoda del siglo VII d.C. Se han contabilizado hasta el momento algo más de 2000 inhumaciones, aunque todavía quedan tumbas por excavar. Los restos humanos están depositados en ataúdes de madera, sencillas losas, ánforas, sarcófagos de mármol, plomo o piedra, e incluso mausoleos, según la clase social a la que pertenecía el difunto. También hay enterramientos colectivos.
Este lugar tiene una extensión de unos 2000 metros cuadrados alrededor de una basílica en la que existe una tumba con inscripciones referentes a tres mártires de Tarraco: Fructuoso, Augurio y Eulogio, quemados vivos en el anfiteatro. La necrópolis fue declarada Patrimonio Mundial por la Unesco en el año 2000 y está considerada como el conjunto funerario tardorromano a cielo abierto más importante del Imperio en todo el Occidente.
Anteriormente a la llegada de los romanos, en el emplazamiento de Tarraco estaba situada la antigua Cissis, ciudad íbera de los cosetanos. Su origen romano fue durante la Segunda Guerra Púnica, en el siglo III a.C. cuando se creó en ella un campamento militar. A partir de entonces, su estratégica ubicación hizo que tuviese gran relevancia administrativa y comercial, contando con un gran puerto natural utilizado para el intercambio de materias primas con Roma. Con la crisis y las primeras invasiones francas del siglo III d.C. comenzó su declive, quedando reducida a la zona más alta y mejor defendible de la ciudad. Posteriormente fue una ciudad visigoda, de cuya época se conservan algunas construcciones.