El arrianismo

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El arrianismo fue la religión que llegó con los visigodos. Tuvo su origen en la religión cristiana, siendo una variante surgida durante los primeros años del siglo IV en la zona oriental del Imperio Romano. En su inicio fue seguida e impulsada en Egipto por Arrio (256-336), obispo de Alejandría, junto con sus discípulos y simpatizantes. Desde el punto de vista doctrinal, se caracterizaba porque negaba la Trinidad de Dios como unidad de Padre, Hijo y Espíritu Santo, reconociendo sólo la naturaleza divina de Dios Padre pero no la de Jesús de Nazaret.

Esta religión fue condenada y considerada como herejía en el Concilio de Nicea del año 325, al tiempo que excomulgaba a Arrio. A partir de entonces, durante el siglo IV, tuvo una evolución desigual, llegándose a fraccionar en varias corrientes. No obstante, al concluir dicho siglo resurgió debido a que fue adoptada por muchos pueblos germanos, como los visigodos, quienes la introdujeron en la Península Ibérica y conservaron como señal de identidad frente a los hispanorromanos.

Sin embargo, una vez establecida en el territorio peninsular y a pesar de ser la religión oficial de los visigodos, su implantación no llegó a ser absoluta, produciéndose situaciones de roce entre los arrianos y los ortodoxos. Estas fricciones fueron aumentando cada vez más hasta llegar a la máxima tensión en la época del rey Leovigildo durante la segunda mitad del siglo VI. Con su hijo el rey Recadero, los visigodos se convirtieron al catolicismo en el III Concilio de Toledo del año 589. Esto supuso prácticamente el final del arrianismo en Europa, en donde ya sólo perduró con el pueblo germánico de los lombardos en la Península Itálica durante algunos años más.

 

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