El Camino de Santiago

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Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela son los tres lugares santos para los peregrinos cristianos de todo el mundo. El Camino de Santiago o la Ruta Jacobea es como se denomina al recorrido de peregrinación que se dirige a Santiago de Compostela, en la provincia de La Coruña. En su catedral es donde presuntamente se hallan los restos de Santiago el Mayor, uno de los doce apóstoles de Jesucristo, que junto a Pedro y Juan fueron los más relevantes. El apelativo de Ruta Jacobea deriva del nombre de Santiago en hebreo: Jacob, transformado luego en Jacobo.

El inicio de esta tradición que se mezcla con la leyenda se produjo en torno al año 33 d.C. con la presencia de Santiago en la Península Ibérica. Después de la muerte de Jesucristo, los apóstoles se repartieron los lugares del mundo conocido donde deberían predicar y difundir el Evangelio. Santiago estuvo con este fin en la Hispania romana, aunque se encontró con una gran resistencia en ello.

Santiago regresó a Palestina, en donde en el año 44 d.C., posiblemente en Jerusalén, fue condenado a muerte y decapitado por orden el rey de Judea, Herodes Agripa I, que quiso dar un escarmiento al incipiente cristianismo. Varios de sus discípulos se hicieron cargo de sus restos y emprendieron un largo viaje por mar hacia occidente en una misteriosa barca, sin timón ni velas, que les guio a la localidad de Iria Flavia, actualmente en Padrón, en la provincia de La Coruña. Una vez en el destino, dieron sepultura a su maestro en un mausoleo escondido en el bosque situado a los pies de un monte próximo llamado Libredón. En el lugar de este antiguo bosque es donde hoy día se levanta Santiago de Compostela. Durante los siglos siguientes el territorio de la actual Galicia sería invadida por diversos pueblos, lo que explicaría que el enterramiento del apóstol se mantuviese oculto y con el paso del tiempo se perdiese la memoria de aquel suceso.

En el siglo IV el cristianismo se convirtió en la religión oficial del Imperio Romano. Sin embargo, su contacto con otras religiones provocó diversas corrientes heterodoxas. Es el momento de Prisciliano, hereje cristiano, que quizás fuese nativo de Iria Flavia. La doctrina priscilianista se difundió por todo el oeste de la Península Ibérica. Su artífice fue nombrado obispo de Ávila, pero fue acusado de herejía, juzgado en la ciudad de Civitas Treverorum, ahora Tréveris, en la actual Alemania, donde en el año 385 fue condenado a muerte y decapitado en nombre de la iglesia cristiana. Fue el mismo final que había encontrado cuatro siglos antes el apóstol Santiago. Los restos de Prisciliano fueron reclamados por un grupo de sus discípulos, que al parecer volvieron con ellos a Hispania para enterrarlo en su probable lugar de nacimiento. Estas semejanzas con la leyenda apostólica y la fuerte implantación que tuvo el priscilianismo en el oeste peninsular han hecho que se especule con la posibilidad de que pudieran ser de Prisciliano los restos que están en Santiago de Compostela. Lo cierto es que no hay ninguna evidencia de a quién corresponden, ya sea Santiago, Prisciliano o cualquier otra persona. Aunque lo que sí está constatado es que de quien se trate, se le cortó la cabeza.

Alrededor del año 814, un eremita llamado Pelayo, o según otras fuentes Paio o Pelagio, observó unos extraños fenómenos luminosos y escuchó unos cantos angelicales en el bosque situado junto al monte Libredón. Dio cuenta del hecho al obispo Teodomiro, de la diócesis de Iria Flavia, que mandó explorar el lugar. Encontraron un enterramiento de piedra que, gracias a una revelación divina, se identificó que contenía la tumba del apóstol Santiago y por lo tanto su origen era sagrado. Además, estaban los restos de otros dos cuerpos que atribuyeron a sus discípulos Atanasio y Teodoro.

El rey asturiano Alfonso II, informado por el obispo Teodomiro, acudió raudo a visitar el sepulcro, nombró a Santiago como patrón de su reino e hizo de la imagen del apóstol el símbolo de la Reconquista contra la invasión de los musulmanes, que llevaban poco más de un siglo en tierras hispanas. Era un poderoso instrumento político y religioso que podía unificar la lucha contra el Islam. Asimismo, ordenó la construcción de una capilla en el sitio exacto del hallazgo y otorgó las tierras al obispo Teodomiro. En este territorio existía una necrópolis de un antiguo poblado romano. Poco a poco se fue desarrollando la zona. Primero se estableció una comunidad eclesiástica permanente para el cuidado del sepulcro, de la que formó parte el obispo Teodomiro. Luego se asentó una población formada principalmente por gentes procedentes de aldeas próximas, que fue aumentando a medida que lo hacían las peregrinaciones. La noticia del hallazgo se difundió rápidamente y el lugar se convirtió en un importante centro de peregrinación cristiana, cada vez con un mayor número de fieles y desde lugares más lejanos.

La capilla inicial fue sustituida en el año 829, todavía con el rey Alfonso II, por una primitiva iglesia que sería el núcleo fundador de la ciudad de Santiago de Compostela. Una de las interpretaciones del origen del nombre “Compostela” es que deriva de la expresión latina “campus stellae”, “campo de estrellas”, por el suceso presenciado por el eremita Pelayo. Otra versión es que proviene de la expresión latina “composita tella”, “tierras hermosas” o incluso “cementerio”.

La figura del apóstol predicador dio paso a la del guerrero Santiago Matamoros, una transformación en la que tuvo un papel fundamental la legendaria Batalla de Clavijo. La leyenda dice que alrededor del año 844, en la localidad riojana de Clavijo, las tropas cristianas del rey Ramiro I se enfrentaban a las musulmanas de Abd al-Rahmán II con escaso éxito, hasta que recibieron el apoyo del apóstol Santiago. Éste apareció a lomos de un caballo blanco conduciendo a los ejércitos cristianos hacia la victoria.

Ante el creciente número de peregrinos y las pequeñas dimensiones de la iglesia existente, en el año 899, durante el reinado de Alfonso III, se terminó de construir una nueva de mayor tamaño con tres naves y prerrománica, quedando la antigua integrada en su presbiterio, junto a las sepulturas de Santiago y sus dos discípulos.

Durante el siglo X las peregrinaciones ya llegaban desde todos los lugares de Europa. La fama de Santiago de Compostela puso a la ciudad en el punto de mira del caudillo musulmán Almanzor, que la arrasó en el año 997. Quemó el templo prerrománico, aunque en el saqueo respetó los sepulcros de Santiago y sus dos discípulos. Se llevó las campanas a Córdoba, aunque fueron devueltas cuando ésta ciudad fue conquistada en el año 1236 por el rey Fernando III. Hacia el año 1000 se reconstruyó la iglesia por el obispo Pedro de Mezonzo.

A comienzos del siglo XI la ruta se consolidó plenamente. Los reyes hispánicos llevaron a cabo una política de salvaguarda de los peregrinos, destacando el monarca navarro Sancho III y el castellano Alfonso VI, que fueron importantes impulsores de ello. Decretaron normas para la protección de los viajeros y mejoraron las condiciones materiales de la ruta: cuidado de caminos, restauración de puentes, creación de hospederías, hospitales e iglesias, etc. Además, coincidió con el crecimiento y la expansión económica de que se produjo en toda Europa. En la segunda mitad del siglo XI llegó el respaldo de la orden de Cluny, que utilizó la ruta como vía de entrada. Con los monjes cluniacenses apareció el románico, el estilo artístico que representa el espíritu religioso del mundo medieval. La etapa más brillante de la ruta se extendió entre los siglos XI y XIII.

En el año 1075, durante el reinado de Alfonso VI, el obispo Diego Peláez dio comienzo a la construcción de la catedral románica actual. La anterior iglesia prerrománica también se había quedado pequeña ya que Santiago de Compostela se había convertido en un lugar de referencia religiosa en Europa. Se edificó donde habían estado las anteriores iglesias, es decir, en el lugar en donde se había encontrado los sepulcros de Santiago y sus dos discípulos. La obra acabó en el año 1211, cuando la catedral fue consagrada en presencia del rey Alfonso IX por el arzobispo Pedro Muñiz. Posteriormente fue embellecida y ampliada en diversas ocasiones, sobre todo entre los siglos XVI y XVIII, siguiendo los estilos de cada época.

La estructura del edificio consta de una planta en cruz latina de tres naves con una longitud de unos cien metros y un crucero también de tres naves con una longitud de cerca de setenta metros. La altura en la nave central es de veintidós metros en todo su recorrido y alcanza los treinta y dos metros en la bóveda del crucero. El cimborrio, situado sobre el centro del transepto, es gótico y sustituyó al antiguo de estilo románico. Aunque la catedral conserva su original estilo románico, durante su existencia ha tenido cambios y ha recibido nuevas estructuras siguiendo los estilos de cada época: renacentista, barroco y neoclásico.

En el año 1122 el papa Calixto II, gran benefactor del Camino de Santiago, concedió un privilegio por el que declaró “Año Santo Compostelano” o “Año Jubilar” a todos aquellos años en los que el día 25 de julio, festividad de Santiago, coincidieran en domingo. Este privilegio fue confirmado por el papa Alejandro III en el año 1179. En cada siglo se celebra catorce veces, con un intervalo de tiempo entre cinco y doce años.

La primera guía de viaje del Camino de Santiago apareció en el año 1139 y se titula “Liber Sancti Jacobi”. Describe paso a paso el recorrido desde Francia, con útiles descripciones y recomendaciones para los peregrinos. Está incluida en el último de los cinco libros del “Códex Calixtinus”, el Códice Calixtino, obra escrita por el clérigo cluniacense francés Aymeric PIcaud. Cada uno de los libros aborda distintos aspectos del fenómeno jacobeo. Fue un instrumento fundamental para promover el culto a Santiago y su camino de peregrinación, presentándolos como el gran acontecimiento del occidente cristiano.

El Camino de Santiago no fue solo una vía de peregrinación religiosa. El contacto con muchos pueblos europeos a través de la Ruta Jacobea generó un intenso intercambio de mercancías. Con ello se relanzó la economía local y se crearon mercados y ferias, aumentó la circulación de moneda, prosperó la artesanía y el comercio, etc. Igualmente, la pujanza económica de las peregrinaciones aumentó la demografía con la llegada de los grupos de gentes que terminaron asentándose a lo largo de la ruta, contribuyendo a poblar territorios ganados con la Reconquista y dando lugar al nacimiento de núcleos urbanos o burgos. A esos inmigrantes se les denominaba francos, aunque no procedieran únicamente de Francia. Los habitantes de esos burgos, llamados burgueses, recibieron importantes privilegios.

Las ciudades que existían previamente vieron crecer su población, desde Jaca hasta Santiago de Compostela. Desde el punto de vista cultural, llegaron a tierras hispanas numeras corrientes de pensamiento, ideas arquitectónicas, recursos literarios, hábitos de comportamiento, etc. Al pie del Camino de Santiago se levantaron importantes iglesias y ermitas de estilo románico, así como grandes monasterios entre los que están el de San Juan de la Peña en Huesca, el de Leyre en Navarra, el de Sahagún en León, etc., que serán fundamentales en la historia de estas regiones. Los cenobios afianzaron el camino y le dieron una mayor trascendencia.

A partir de finales de la Edad Media, en el siglo XIV, el Camino de Santiago fue perdiendo buena parte de la importancia que había tenido en los siglos precedentes. La peste negra, las guerras europeas y el cisma de la Iglesia causaron una disminución de las peregrinaciones. Aunque la Ruta Jacobea siguió existiendo, durante los siglos posteriores continuó esta crisis y cayó casi en el olvido.

El suceso ocurrido de la pérdida de los restos del apóstol y sus dos discípulos influyó en este decaimiento. A partir del siglo XVI, la piratería inglesa rondaba el litoral gallego. Fue en el año 1589 cuando el corsario inglés Francis Drake y sus secuaces amenazaron Santiago de Compostela después de desembarcar en La Coruña. Aunque finalmente no llegaron a cumplir la amenaza, el arzobispo Juan de Sanclemente, para proteger los restos, los ocultó depositándolos en un escondite dentro del ábside de la capilla mayor de la Catedral, detrás del altar. Sin embargo, Juan de Sanclemente murió sin desvelar el secreto de esta ubicación y hasta casi tres siglos después no volvieron a aparecer, parece que de forma fortuita.

Durante unas excavaciones realizadas en la catedral en el año 1879 por fin fueron hallados. En el año 1884 el Papa León XIII declaró como auténticos los restos descubiertos. Fueron depositados en una urna de plata realizada en 1886 por los orfebres Rey Martínez, dentro de un cofre de madera forrado con terciopelo rojo y con tres compartimentos, para Santiago, Atanasio y Teodoro. Esta urna se encuentra en un pequeño mausoleo subterráneo situado bajo el altar mayor, que se puede visitar.

Son bastantes las rutas de peregrinación compostelana que se han ido creando a lo largo de los siglos. Aunque los caminos por los que llegan los fieles a Santiago son numerosos, el eje principal y el recorrido más conocido es el llamado Camino Francés, de gran riqueza cultural y artística. Llega a España por Roncesvalles, en el pirineo navarro, y conduce a Santiago de Compostela en un trayecto de 850 kilómetros. A esta ruta, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad, se han ido sumando otras que los peregrinos han forjado con el paso del tiempo aprovechando los trazados históricos. En total son ocho los caminos principales. Tres marítimos: Camino Inglés, Ruta de Ria de Arousa y Rio Ulla y Camino de Fisterra-Muxía; y cinco terrestres: Camino Francés, Camino del Norte, Camino de Fonsagrada, Vía de la Plata y Camino Portugués. Además, existen diversas vías secundarias que conducen a otros sitios de culto.

Los símbolos distintivos del peregrino son el zurrón, el bastón, la calabaza que servía para almacenar agua o vino, y sobre todo la concha de vieira, a la que se atribuye un poder protector otorgado por el apóstol. La vieira es un molusco típico de las costas del mar de Galicia y antiguamente los peregrinos, al regreso a sus lugares de origen, lo llevaban puesto encima de su hábito o en el sombrero para demostrar haber llegado hasta Santiago de Compostela, el objetivo del viaje.

Ahora y antes, muchos peregrinos no terminan el viaje en Santiago de Compostela. Continúan hasta Finisterre, en donde dan por concluido su camino iniciático. Es el “finis terrae”, el fin de la tierra romano ya que creían que más allá no había nada. Algunos realizan aquí diversos ritos de purificación, como bañarse en la playa de la Langosteira, quemar las ropas o contemplar la puesta de Sol. Hay indicios de que ya existía una ruta que cruzaba el norte de la Península Ibérica mucho antes del descubrimiento de la supuesta tumba del apóstol. Eran caminos de los pueblos que habitaron estas tierras antes de la romanización y que llegaban a un altar al Sol en Finisterre, el “Ara Solis”, en donde se adoraba al Sol y al milagro de su muerte y resurrección diaria.

El Camino de Santiago ha resurgido con fuerza desde los últimos años del siglo XX, de tal manera que actualmente multitud de peregrinos realizan el trayecto o parte de él, ya sea por motivos religiosos, culturales o cualquiera otro. En el año 1630, el papa Urbano VIII decretó oficialmente que el apóstol Santiago se convirtiese en el patrón de España, distinción que actualmente continua teniendo. Asimismo, es patrón de numerosos pueblos y ciudades. La Plaza del Obradoiro, junto a la catedral, es el corazón de Santiago de Compostela. Su nombre hace alusión al taller u obrador (obradoiro en gallego) de canteros que funcionaba en la plaza durante la construcción de la catedral. En el centro de esta bella plaza se encuentra el punto de destino de todos los caminos a Santiago de Compostela.

 

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