Las cañadas

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Las cañadas son los caminos seguidos históricamente por el ganado trashumante, ya fuese bovino, caprino o sobre todo ovino. Su existencia estaba ligada a los recorridos por las vías pecuarias, propios de un clima continental con grandes contrastes de temperatura entre el invierno y el verano, además de una característica sequía estival, que exigía desplazamientos periódicos en busca de pastos. En invierno los rebaños iban a las llanuras del sur y en verano volvían a las montañas del norte. Incluso, al ser caminos fáciles de transitar, eran utilizados por la gente para sus desplazamientos entre las distintas poblaciones. La práctica de la trashumancia contaba con una arraigada tradición desde épocas muy antiguas por las tierras peninsulares, siendo un pilar básico de la economía. A partir de los siglos XII y XIII logró un gran impulso, pues los grandes avances de la reconquista cristiana permitieron que la trashumancia se desarrollara en un entorno territorial más amplio.

El Honrado Concejo de la Mesta fue una asociación de ganaderos de Castilla, creada en el año 1273 por el rey Alfonso X y formada por la unión de diversas agrupaciones locales de similares características que existían previamente. Su misión consistía en proteger y regular la trashumancia en los dominios de la Corona de Castilla, reuniéndose para defender sus intereses y resolver los conflictos que pudieran surgir, principalmente con los agricultores. La Mesta recibió numerosos privilegios reales, como la explotación de bosques, la libertad de paso, la utilización de pastos de las poblaciones y en algunos casos las exenciones de tributos. Los grandes propietarios de ganado, como los nobles, las órdenes militares y las instituciones eclesiásticas de los monasterios, eran sus principales representantes. Con la Mesta la anchura máxima de las cañadas se fijó en 90 varas, 75’22 metros, y pasaron a llamarse cañadas reales. Eran trazados de muy largo recorrido, con cientos de kilómetros, transcurriendo por terrenos fértiles y baldíos, montes comunales o entre cultivos, lugares éstos por donde transitaban de forma acotada. Cuando pasaban por términos municipales, el ganado trashumante tenía derecho a pacer en los pastizales comunes.

Las cañadas disponían a lo largo de su trayecto con una serie de descansaderos y abrevaderos que servían como asistencia en esta red de caminos ganaderos. Los descansaderos eran ensanchamientos de la vía en donde los rebaños podían reposar o pasar la noche. Los abrevaderos eran pozos con pilones o sitios coincidentes con el paso de ríos o lagunas en donde los rebaños podían beber. Había determinados puntos de las cañadas, denominados puertos reales, en donde se realizaba el pago a la Corona del impuesto establecido, el tributo de servicio y montazgo, que gravaba al ganado trashumante. La fijación definitiva de este tributo la llevó a cabo el rey de Castilla Alfonso XI en el año 1343. El nombre de servicio y montazgo se debe a una fusión en un solo tributo de dos impuestos anteriores, el del servicio debido a la Corona y el de montazgo local. Hubo, no obstante, numerosas excepciones en la obligación de su pago, concedidas por lo general a los grandes propietarios de ganado.

La Mesta tuvo un gran auge desde su inicio en el siglo XIII, y ya desde entonces las cañadas formaban una red muy compleja, constituida por las grandes rutas y otros ramales secundarios que permitían acceder a ellas o comunicarlas entre sí. Las cañadas principales eran la de la Plata, la Occidental o Leonesa, la Central o Segoviana, la Oriental o Soriana y la Manchega. A su desarrollo contribuyó la necesidad de abastecimiento a la industria textil de Castilla y de los territorios de Flandes. El caso del suministro a Flandes fue producto de la quiebra en el envío de lana inglesa por la Guerra de los Cien Años, que posibilitó ocupar ese puesto como proveedor de lana.

En su momento mayor de esplendor, a comienzos del siglo XVI, la Mesta agrupaba a tres mil ganaderos y tres millones de cabezas de ganado. Sin embargo, desde finales de ese siglo se inició su decadencia, prolongada en el siglo XVII por el progreso que estaba adquiriendo la agricultura. En el siglo XVIII la Mesta estaba muy desprestigiada debido a que se creía que ocasionaba grandes perjuicios a la agricultura por los derechos que aún conservaba. Durante el siglo XIX se produjeron diversos acontecimientos que supusieron su fin. Por una parte, la Guerra de la Independencia afectó al ganado trashumante por dificultar los movimientos de los animales y producirse requisas de ellos. Asimismo, las reformas liberales suprimieron los privilegios que todavía disfrutaba y a la vez preservaron las propiedades de los agricultores. Y por último, en el área internacional, la presencia de lana con superior calidad de procedencia alemana dificultó la salida al mercado exterior de la originaria de España.

En el año 1836 una Real Orden consumó su desaparición, siendo sustituida por la Asociación General de Ganaderos del Reino. Desde entonces, los diversos trazados de las cañadas han ido sufriendo recortes por diversas circunstancias, entre las que destaca el descenso de la actividad ganadera junto a la utilización de piensos que evitan la búsqueda de nuevos pastos, también que algunos de los tramos han pasado a tener uso agrícola, y, finalmente, por la construcción, sin respetarlas, de infraestructuras y viviendas. Hoy día, ciertos itinerarios de estas cañadas todavía son empleados para la trashumancia y como medio de comunicación entre poblaciones, compartiéndose con otros usos como el senderismo y el cicloturismo.

 

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