Las primeras universidades

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El origen en Europa de las enseñanzas superiores tiene lugar con las escuelas monásticas y catedralicias que durante la Alta Edad Media sirven principalmente para la formación del clero. En la tumultuosa y fragmentada sociedad de esa época, sometida a frecuentes acciones bélicas, la cultura está casi exclusivamente en manos de la Iglesia.

La paulatina mejora de la productividad agrícola, una de las principales causas del aumento demográfico en el continente, causa la reactivación del comercio y la repoblación de las ciudades, donde una naciente burguesía generará de modo paulatino un importante dinamismo social. El nuevo modo de vida urbano propicia todo tipo de corporaciones, como los gremios profesionales y las ligas mercantiles, además de fomentar un destacado impulso cultural que origina la agrupación de profesores y alumnos. Éstos comienzan a reunirse con el propósito de enseñar ciencia profana, aunque también en menor medida con la finalidad de explicar y debatir temas de teología, derecho canónico o las Sagradas Escrituras. Inicialmente los estudios se agrupan en dos bloques, el Trivium (gramática, retórica y dialéctica) y el Quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y música), así como, en algunos casos, derecho civil y medicina. Toda esta estructura comienza a considerarse casi imprescindible en la vida culta de una gran ciudad.

Durante los siglos XII y XIII, bastantes de las escuelas existentes reciben el nombre de estudios generales, en latín “studia generalia”, obteniendo el mecenazgo de reyes y papas que proporcionan protección y rentas para su sostenimiento. De forma gradual, la formación deja de ser prerrogativa eclesiástica para abrirse paso a la educación laica. Estas instituciones, ya abiertas a todo tipo de estudiantes, pasan a denominarse universidades. Evolucionan dentro de un contexto de desarrollo urbano, social, económico y cultural que experimentan numerosas ciudades de la Europa occidental durante la Baja Edad Media, en la que las universidades son un fenómeno determinante para este crecimiento. Su nombre completo en latín es “universitas magistrorum et scholarium”, comunidad de profesores y estudiantes, que luego conserva sólo la primera palabra, «universitas», y da lugar al nombre de universidad.

Los estudios generales y luego las universidades reciben estudiantes de diversas procedencias geográficas. Es normal que lleguen a edades tempranas, con catorce años o poco más, tras haber realizado los estudios más elementales con maestros que les enseñan a leer, escribir y a tener un nivel suficiente de lengua latina. En sus comienzos, las titulaciones no están todavía reguladas, pero pronto queda organizada con la existencia de tres grados. El primer título que se puede conseguir al cabo de varios años es el de bachiller. Si se continúa con los estudios se obtiene el título de magister, maestro, que dispensa la “licentia docendi” para dedicarse a la enseñanza en cualquier centro superior. Los que siguen pueden alcanzar el título de doctor, palabra que procede del latín “docere”, enseñar, y que amplia todavía más los derechos docentes concedidos por el grado anterior. Al completar este último grado algunos han tenido hasta décadas de vida estudiantil. Sin embargo, es muy habitual abandonar los estudios después del primer título de bachiller o incluso sin lograr ninguno. Los exámenes de bachiller y magister consisten en la repetición memorística y hablada de diversos temas, además de una serie de preguntas relacionadas que los profesores plantean. El examen de doctorado consiste en la defensa de una tesis ante un tribunal de doctores.

El rector es la máxima autoridad de cada centro. Está encargado de velar por la convivencia y el respeto a las libertades de la institución, aunque tiene la potestad de intervenir en cualquier aspecto de gobierno. Es nombrado por los estudiantes y puede ser un canónigo, un doctor o incluso uno de los estudiantes.

Los centros están organizados en facultades, que son las de Teología, Artes, Filosofía, Derecho y Medicina, existiendo muchas veces una cierta especialización en alguna de ellas. También hay una organización por naciones según los lugares de origen de sus estudiantes, cada una regida por un procurador, que se entienden entre sí gracias al idioma común, el latín.

Los profesores imparten las lecciones mediante la lectura y comentarios de un texto sobre la materia correspondiente. Los alumnos están obligados a asistir a las clases, escuchar y comentar los textos leídos por el profesor. Pueden tomar apuntes y además a menudo tienen que seguir trabajando en casa para realizar análisis y glosas de lo escuchado. Hay copias manuscritas de los temarios. Los libros son muy escasos antes de la invención de la imprenta en el siglo XV y los pocos que existen se suelen custodiar en las bibliotecas de los centros. El horario es intenso, mañana y tarde, aunque con diversos días festivos. La mayoría de los alumnos son jóvenes y las calles durante esos días festivos se encuentran con mucha animación.

Con frecuencia los alumnos están exentos del pago de los impuestos municipales e igualmente encuentran grandes facilidades para el alojamiento y la manutención. Hay un fuero o privilegio especial que somete a los profesores y estudiantes a la jurisdicción propia y privativa de cada centro, lo que les protege en caso de conflicto con el resto de personas de la ciudad, incluidas las autoridades locales.

La primera universidad creada en Europa es la de Bolonia, fundada y consolidada en una época en que todavía funcionan las escuelas monásticas y catedralicias. Es en el año 1119, cuando se instaura en esta ciudad italiana una escuela especializada en derecho civil. Sus profesores se basan en el Derecho Romano, conocido a través de las compilaciones del emperador bizantino Justiniano. Se puede considerar como el primer centro educativo en el que no tiene el predominio de la enseñanza religiosa, a pesar de que algunos docentes eran eclesiásticos.

En los reinos cristianos de la Península Ibérica, el primer centro de estudios superiores se crea en Palencia en el año 1212, es el llamado “Estudio General de Palencia”. Se origina a partir de una escuela religiosa del siglo XI existente junto a la Catedral de Palencia. Este primer centro de estudios superiores es un lugar de enseñanza de Teología y Artes, fundado por iniciativa del rey Alfonso XIII de Castilla. Pero la entidad entra rápidamente en crisis, con el fallecimiento del rey en el año 1216, que se agrava con el paso de los años hasta desaparecer a finales del mismo siglo XIII. Actualmente no queda ningún resto de su edificio histórico.

El siguiente centro de estudios superiores se crea en Salamanca, es el “Estudio General de Salamanca” del que quizá el anterior de Palencia sirvió de modelo. Es creado por el rey Alfonso IX de León en el año 1218 con el beneplácito del papa Honorio III. Su origen es la escuela catedralicia de Salamanca. Obtiene la aprobación del rey Fernando III en el año 1243, luego la del rey Alfonso X en el año 1254 y recibe la confirmación pontificia del papa Alejandro IV en el año 1255. La institución tarda siglos en contar con edificios propios donde realizar la docencia. Hasta el siglo XV, las clases se imparten en el claustro de la Catedral Vieja, en casas alquiladas al cabildo y en la iglesia de San Benito. Se da preferencia a los estudios de derecho sobre los de teología. En ese siglo se construye el edificio de las Escuelas Mayores para desarrollar las actividades docentes. Hay unas 60 cátedras agrupadas en 5 facultades oficiales: Cánones, Leyes, Teología, Medicina y Artes-Filosofía, con enseñanzas complementarias. El centro docente no deja de crecer durante toda la Edad Media, influyendo para que la ciudad aumentase de población y acrecentara su poder económico. Llega a Salamanca una confluencia de estudiantes en proporciones superiores a las de cualquier otra universidad hispana de la época. Son de todo el ámbito peninsular, además de europeos e indianos. En los años 80 del siglo XVI se registran cifras de más de 6.500 matriculados. El modelo organizativo de esta universidad se proyectará al resto de universidades hispanoamericanas, donde es adaptado a las circunstancias concretas de cada institución.

En la Corona de Aragón el centro de estudios superiores más antiguo es el de Lérida, el “Estudio General de Lérida”, fundado en el año 1300 por el rey Jaime II. Su enseñanza es muy completa, compuesta por Filosofía, Artes, Derecho Civil y Medicina. Más tarde, desde el año 1430, también Teología. Durante el siglo XIV surgen nuevos centros universitarios, estando entre los más antiguos los de Valladolid en el año 1346 y Huesca en el año 1354. A partir de este siglo irán apareciendo muchas de las universidades que existen actualmente en España.

 

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