Tabarca, la isla habitada más pequeña de España

Tabarca, la isla habitada más pequeña de España

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Tabarca es la isla habitada más pequeña de España. Pertenece administrativamente a la ciudad de Alicante y el acceso más rápido es desde el puerto de Santa Pola. Está a 20 kilómetros de Alicante capital y a 5 kilómetros de Santa Pola. Su longitud aproximada es de 1800 metros con una anchura máxima de unos 400 metros. Son 0,34 kilómetros cuadrados de extensión. La mayor altitud de la isla es de 15 metros sobre el nivel del mar. Junto a ella en tres de sus lados están los islotes de la Cantera, la Galera y la Nao. Tiene algo más de 50 personas censadas, con la población residente en una lenta y continua disminución. Recibe la visita de bastantes turistas, sobre todo en los meses de verano. Está preparada con infraestructuras de playas, hoteles, restaurantes y cuenta con un interesante patrimonio. Su entorno ha sido declarado reserva marina. Contiene la mitad de las especies de flora y fauna del Mediterráneo, unas 7000 en unas 1400 hectáreas sumergidas. Las murallas que rodean su núcleo urbano han sido declaradas Conjunto Histórico Artístico y Bien de Interés Cultural.

Ha sido refugio a lo largo de la historia de integrantes de numerosas culturas. Se cree que los griegos la conocieron como Planesia y los romanos le dieron el nombre de Planaria. En época medieval era denominada San Pablo ya que según la tradición éste fue el lugar en donde desembarcó el apóstol. Los berberiscos y otros asaltantes la ocuparon con frecuencia a lo largo de los siglos y muchas veces la utilizaban como base para atacar el litoral costero. En el siglo XVIII el rey Carlos III ordenó la construcción de una muralla y varias torres de defensa para protegerla. También ordenó levantar en ella un pueblo en el que alojar a varias familias de pescadores de Génova que estaban cautivas en la ciudad tunecina de Tabarka.

El origen del motivo de esta repoblación de Tabarca se remonta al siglo XVI. En el año 1534 uno de los hermanos Barbarroja, Baba Aruj, se proclamó rey de Argel y conquistó Túnez, haciéndose con el control de un gran territorio del norte de África. Desde allí, las huestes del pirata atacaban las costas hispanas, convirtiéndose en un enemigo a temer para el entonces rey español Carlos I. El monarca, en respuesta, trató de arrebatarles Argel y Túnez para neutralizar los ataques corsarios. Pero tras avances y derrotas debió retirarse, haciéndose con el control de una isla estratégica del norte del país africano, Tabarka. En este lugar el rey Carlos I construyó una fortaleza y presidio custodiado por una guarnición de soldados. Para ahorrar gastos, lo arrendó a una familia genovesa, los Lomellini, a cambio de la concesión de la explotación de sus ricos bancos de coral. Esto llevó a su vez a otras familias italianas a Tabarka. Eran sobre todo familias de pescadores de Liguria, cerca de Génova. La Tabarka africana se acabó convirtiendo en un próspero puerto comercial. Así pasaron dos siglos hasta que en el año 1741 el rey de Túnez Alí I hizo esclavos a los habitantes de la isla, que iban siendo trasladados a Argel para ser vendidos. Estos genoveses encontraron la salvación gracias a la intervención del rey Carlos III. A cambio de previo pago y devolución de prisioneros, el monarca rescató a los esclavos. Unos 1000 fueron destinados a Cartagena y unos 300 a Alicante. A éstos que habían desembarcado en Alicante se les envió a la isla que bautizaron como Nueva Tabarca en honor de la que había sido su hogar. Entonces la isla estaba deshabitada y la piratería berberisca eran sus únicos ocupantes como punto de partida para sus asedios.

 

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