Paleolítico

Paleolítico

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Homo Antecessor

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Homo Heidelbergensis

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Homo Neanderthalensis

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Homo Sapiens

 

Periodo: 1,3 millones de años – Año 10.000 a.C.

  • Paleolítico Inferior: Hace 1,3 millones de años hasta hace 130.000 años.
  • Paleolítico Medio: Hace 130.000 años hasta hace 35.000 años.
  • Paleolítico Superior: Hace 35.000 años hasta 10.000 a.C.

El Paleolítico es el periodo más extenso de existencia de los homínidos. Significa «piedra antigua». La gran aventura de la evolución de nuestra genealogía comienza hace 6 millones de años, cuando a partir de un origen común se separan en dos ramas el genoma humano y el de los chimpancés. Nada ha sido fácil desde entonces. El azar de un cúmulo de circunstancias posibilita que prospere el linaje humano, todavía en desarrollo. Aún se ignora mucho sobre nuestro pasado, pero ya podemos trazar las líneas maestras de un árbol evolutivo muy ramificado y conocemos los principales hitos que han marcado la historia biológica del grupo de primates al que pertenecemos.

Las constantes que intervienen en la evolución humana son diversas: los cambios climáticos y ecológicos, las reacciones biológicas a tales cambios, las migraciones a nuevos espacios de hábitat, los desarrollos tecnológicos, así como los procesos de socialización e integración cultural. Hoy somos los únicos representantes vivos del grupo de primates bípedos, los homínidos. En el pasado, los diferentes géneros y especies extintos compartieron regiones geográficas y se solaparon en el tiempo. La frontera que nos define y diferencia como humanos se establece en la postura bípeda, el aumento del cerebro, el empleo de tecnología o el desarrollo de estrategias sociales basadas en la solidaridad y el altruismo. En algún momento se originaron estos procesos que se aportaron a nuestro bagaje biológico y cultural.

África es la cuna de la humanidad, el hogar donde viven nuestros primeros ancestros homínidos desde hace 6 millones de años. En este continente comienzan a habitar diversos grupos, como el Homo Habilis (Hombre Hábil) hace 2,3 millones de años y el Homo Erectus (Hombre Erguido) hace 1,6 millones de años. Los diferentes géneros y especies protagonistas de la evolución se ven inmersos en un proceso que los lleva a vivir en la mayoría de los ecosistemas del planeta. Los chimpancés nunca abandonan el territorio africano.

Nuestros primeros antepasados están adaptados a las selvas húmedas, bosques estacionales y sabanas arboladas de África. De estos entornos obtienen todo lo necesario para vivir: vegetales, frutos, etc. Al igual que los chimpancés, desarrollan una anatomía que les permite moverse con agilidad por los árboles, a la vez que comienzan a desplazarse por el suelo de las selvas. Ahí encuentran otra buena fuente de recursos alimenticios: insectos, pequeños mamíferos, tubérculos, etc. Este tipo de hábitat no es el más propicio para que fosilicen los restos esqueléticos. Por ello, los fósiles de los homínidos de esa antigüedad son muy escasos y ofrecen poca información para reconstruir la imagen de estos primeros antepasados de nuestra genealogía.

Hace 2,5 millones de años se produce una serie de cambios climáticos que representan un motor de transformación biológica para vegetales y animales. Crece la variedad de ecosistemas, desapareciendo de forma rápida los espacios boscosos y expandiéndose las llanuras herbáceas. En los homínidos se genera una nueva forma de competitividad y adaptación que desemboca con el transcurrir del tiempo en la adopción del desplazamiento bípedo, el aumento de de la capacidad craneal y la liberación de las manos. Son alteraciones genéricas que contribuyen en su expansión, diversidad, cultura y tecnología. Se convierten en el depredador más eficaz de cualquier hábitat.

Las modificaciones anatómicas son suficientemente importantes como para hablar ya del género Homo, evolución de los homínidos. En la mano se comprueba como la longitud del pulgar se transforma para poder oponerse a los demás dedos, en particular al dedo índice, consiguiéndose una adaptación de enorme importancia para el desarrollo evolutivo de la humanidad: la pinza de precisión. El dedo pulgar desarrolla una notable musculación y todos los dedos se enriquecen con una gran cantidad de terminaciones nerviosas. Así nace un progreso que permite fabricar y manipular herramientas. Esto significa la existencia de inteligencia operativa y supone el comienzo de un proceso de resocialización. Los yacimientos africanos de hasta hace 2,5 millones de años han proporcionado miles de herramientas de piedra, de manufactura muy sencilla, que demuestran las habilidades tecnológicas de los primeros Homo.

La piedra es el principal material utilizado para fabricar instrumentos. Al inicio se obtiene de cada piedra un sólo instrumento, que sirve para resolver gran parte de las necesidades: cortar, despellejar, descuartizar y golpear. Más tarde, se retocan las lascas o fragmentos desprendidos al tallar la piedra para hacer diversos tipos de instrumentos. Finalmente, con lascas en forma de láminas se elaboran otros más pequeños, más especializados y mejor diseñados. A lo largo de miles de años los homínidos van haciendo más y mejores útiles de piedra con menos esfuerzo y aprovechando mejor la materia prima.

El hueso y el el asta, como la piedra, son materiales que se encuentran abundantemente en la naturaleza. Además, al ser más blandos que la piedra, pueden ser manipulados mejor. Con estos materiales se fabrican nuevos y eficaces instrumentos. Se utilizan para ello buriles de piedra con los que se marcan y extraen del hueso o del asta una lámina o fragmento. A continuación, a esta pieza extraída se le da forma frotándolo o puliéndolo con una piedra. Después, se hacen las perforaciones, incisiones y muescas necesarias para conseguir el instrumento definitivo, que podría enmangarse o no, según el caso.

Poco después de la primera expansión de los homínidos fuera de África se inicia la colonización de las regiones de Asia y Europa. Al principio a las zonas más cálidas. Se desplazan a través de los cauces fluviales, evitando las altas montañas y los desiertos, alcanzando los territorios desde el sureste asiático hasta la Península Ibérica.

El inicio de la presencia de los homínidos en la Península Ibérica se produce hace 1,3 millones de años, según restos encontrados en Atapuerca, Barranco León o Fuente Nueva 3. Durante cientos de miles de años escasos grupos humanos, de los que apenas sabemos algunas cosas, merodean por la Península Ibérica. En las riberas de las antiguas vegas fluviales o en abrigos y cuevas se han hallado sus útiles de piedra. Son una parte ínfima de su cultura, utilizados para actividades relacionadas con el carroñeo, la caza y la recolección. Estos artefactos, unas veces casi irreconocibles y otras con altas cotas de belleza técnica, son muchas veces toscos pero suponen las primeras y decisivas conquistas intelectuales de la humanidad, el comienzo de su distinción como una especie que pretende ser dueño de su destino.

No será hasta hace unos 600.000 años cuando se empieza a mostrar un poblamiento humano generalizado y continuo en la Península Ibérica. Las huellas de este poblamiento corresponden con el periodo Achelense, cultura de origen en Africa que se extiende por toda Europa y caracterizado por conjuntos líticos donde domina el utillaje masivo bifacial y las grandes lascas (bifaces, hendedores y picos triedros). En nuestro territorio existen multitud de yacimientos achelenses, al aire libre y asociados frecuentemente con terrazas fluviales, un entorno ideal para el modo de vida cazador y recolector. Los fondos de los valles tienen recursos potenciales y por eso son frecuentados. Hay gran concentración de yacimientos en las confluencias de los ríos menores. También los lechos aluviales son un lugar excepcional para localizar las materias primas necesarias para fabricar las herramientas, como cantos rodados de cuarcita, sílex o cuarzo. Las cuevas es otro entorno en donde las actividades humanas han dejado rastro arqueológico. Aparecen de forma sucesiva a lo largo del tiempo los siguientes cuatro grupos de humanos: Homo Antecessor, Homo Heidelbergensis, Homo Neanderthalensis y Homo Sapiens.

La adquisición del fuego, el lenguaje hablado, las prácticas funerarias y el pensamiento simbólico marcan la aparición de las primeras sociedades complejas hace unos 500.000 años. A partir de entonces se aprecia un incremento continuo de la complejidad cultural basado en la extensión en el uso de la tecnología, la planificación, el hábitat, la ideología y la transformación a través de la socialización del grupo.

Muchas especies tienen éxito evolutivo durante milenios, pero todas se extinguieron excepto la nuestra, el Homo Sapiens, por el momento la última de la genealogía humana. Los restos fósiles de las especies desaparecidas son los testigos mudos de su existencia.

 

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